15/2/12

Es brutal. Suena y me teletransporta (me teletranspotra era lo que realmente[...] real) a sabe Dios donde pero es que estoy tan a gustito que no me quiero mover de ahí, en la comodidad de las cuerdas vocales de la única voz que sé que soy capaz de escuchar siempre. Esta voz habla siempre de lo mismo, yo no tengo ni idea de qué es realmente lo que le pesa o qué clase de herida es esa que tiene que curar, pero me encanta, así que me lleve a donde me lleve yo le dejo {introducir aquí laísmo del Gañán Alfa y risa de mi segunda mujer en nómina}.

The healing game, Did yet get healed, Till we get the healing done... y otros etcéteras. ¿qué le habrá pasado para tener que curarse disco tras disco tras disco? ni idea, pero seguramente sea la misma herida desde los 80, y entonces un dios duro viene a caballo, se lleva este peso y crece el fuego en mi barriga, alguien grita que quiere a la chica con los ojos de despedida y yo pienso que aquí estoy bien, en el lugar familiar, grave y levemente elevado que él ha creado para sí mismo pero que a veces, gracias al verano de 1996, me llega a mí.

Y  pasan las horas, y pulso botones y todo gira en dirección contraria a la rotación terrestre. Soy Superman y veo el tiempo transcurrir al revés, me encanta estar aquí, en las vocales abiertas de mi voz fetiche con la idea de los dedos de John Lee Hooker produciendo el silvido de contorno perfecto. Y mientras mi versión Marvel gira sobre los recuerdos que he grabado a fuego en el disco mi yo de carne y hueso muerde un boli bic azul y mira fotos de Sara, con esa cara de musaraña sorprendida que tiene, hinchada de felicidad  como si fuera un pavo que a veces está bien y a veces está menos bien.

Realmente podría ser Superman, pero esta sensación quizá se parezca un poco (no mucho) más a la que relatan en una película de mierda que he visto un par de veces (admitiendo gustos de mierda, quizá no debería fiarme entonces de que este disco sea bueno, pero ¿pa qué? pa ná es tontería). Pues en esta peli hay unos tipos que ni siquiera son los protagonistas ni nada, que los llaman los rastreadores y, los tipos en cuestión, huelen un objeto y asín, por arte de superpoder, ven todo lo que ha hecho y vivido la persona poseedora de esa cosa mientras la ha usado. Pues así , alguien como yo que no es ni muy alta ni muy baja y cuyo estado natural no es ni muy sobrio ni muy ebrio sin haber tomado ninguna clase de sustancia psicotrópica, escucha a Van Morrison, dejándose arrastrar y escribiendo mierda que no puedo entregar a una profesora que no me quiere nada mientras no hace más que pensar que Van Morrison no sería nada sin Rosalía de Castro (a quien no te creas que tengo mucho cariño, ni poco), principal promotora del concepto de amor como herida por culpa de un puñetero clavo sobre el cual he escrito veces y veces, algunas de estas, hablando de Becquer.