26/4/12

No, no, no, no-no, no-no-no-no-no-no, ¡noooo!
 Dramáticamente escrito.

- Pero mamá, las letras no gritan.
-Ya, por eso hemos comprado un rotulador rojo, ya verás.


Ya no hay nada sobre la cabeza de ajo que es mi cabeza (a veces la llamo melón) y me he vuelto tan ligera que no necesitaré comprar billetes de avión nunca más.
Cuenta lo que quieras, pero que no pase de treinta, quiero ser joven siempre.
Un dildo.
¿La espalda? descontracturada y relajada, para que caminéis sobre ella en la alfombra verde que solía estar al lado de las plantas. Nosotros tres y aquel libro con la portada grimosa.

Ana, te escribí tantas cartas que no te he mandado e hice tantos retratos que nunca dibujé que me olvido. Y la escalera en la que te despiertas ya no se desvanece entre nubes de algodón de azúcar y mayonesa ni somos una que son dos para despertarte y recoger panfletos. Ya nadie me habla en francés y ya nadie me samba melodías que desconozco a lo largo de un pasillo interminable.

Repiquetean las gotas de sudor contra algún pecho, se cierran las exclusas y excúsame para ir al baño. Suspenderé, sí. Y tú dices lo mismo al otro lado del meridiano, pero todos los nenúfares saben que