24/1/12

Racconto

En las noches de cuento, la luna juega con los almendros y unos ojos invisibles besan frentes pueriles e inocentes ¡qué tierno mientras duermes!
El misterio se desnuda en esta habitación, las mariposas se esconden en tu bloc de notas donde todo es cursi aunque no lo intentes.
En las noches de cuento, todos los rincones de esta estancia se acuerdan de ti y del tiempo perdido entre precipicios.
En principio mientes sin hablar y contestas una verdad.
Sinsentidos a la luz del almendro, a la sombra de la luna y pueriles e inocentes nuestras manos gritan al alba que hay ternuras en las bocas desnudas retratadas por aquellos cuentacuentos de tus historias.

Porque estás hecha de historias, eres una ficción, una actriz amoldada al papel que necesiten aquellos que están contigo. Enhorabuena, Rumplestinski, si buscabas un nombre, ella los conoce todos.

17/1/12

Bo.


Eres un poco más de lo que creí que serías. Las colonias no avanzan. Ellos vuelan. Retroceso.

En el instante que pulsé el botón de rewind la piel se me despegó de la espalda, que se me llenó de recuerdos futuros, y a los azulejos del baño se les erizó el vello púbico de algún desgraciado anterior a mí. Qué asco. Salgo de la ducha, lo limpio todo y aprovecho para vomitar. Vuelve a caer esa agua que está helada e hirviendo a la vez (a veces pienso que si existe algo en este mundo que refleje a la perfección la frase “una de cal y otra de arena” sin duda es esta ducha) y dejo que el champú se deslice, dejo que el mañana me agobie, dejo que todo sea transparente, que esos  mínimos metros cúbicos me atrapen y dejo que sea Faulkner quien me atormenta por las noches cuando Laura rumia y Ana enciende y apaga el ordenador contando las horas  de diferencia con su país. Dejo que las palomitas lleven curry y que anochezca antes de que me despierte un fin de semana, que los cartones de pizza y los vasos de plástico formen parte de un juego yankee  donde  nadie gana o pierde y que “el gran buf” esté ahí, en la casa de Ruben y Lucía, en la boca del chico de los lunares, al lado del billar de juguete y todos esos jerseys de lana tipo vintage que les gusta llevar.
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Jefferson era un presidente importante, lo dicen mis apuntes, yo no entiendo una mierda. Hay millones de nombres en millones de páginas, algunos me suenan pero los demás prefieren permanecer anónimos y yo les dejo, no me los leeré, entiendo su deseo de privacidad y por eso voy a suspender. Le diré al profesor, a Gaetano (cuando los llamas por el nombre de pila da la impresión de que vuestra relación es más cercana y, por tanto, puede parecer que se te permiten más cosas que a un estudiante ordinario. Mentira), que si bien no me sé una maldita palabra relacionada con el Capitán John Smith, los peregrinos y puritanos, los ministros disidentes del período colonial o los principales representantes del romance de dicho período, no será por mi falta de empeño o interés en un tema tan profundo y extraordinario como este sino que está directamente ligado a la prioridad que aplico a los derechos humanos (como todos esos presidentes de los que debería saber cosas que no sé, que también se preocupaban por la libertad individual y religiosa de su nación y blabalablabla), especialmente al de la privacidad pues no todos ellos querían que sus obras fueran publicadas, que eso es culpa de Addison y que yo siempre fui más partidaria del aventurero Berkeley.
Si esto no funciona, después de suspender, estudiaré todas esas noches que no estudio mientras Zaeid toca sevillanas y Renzo maldice a Vicenzo una y otra y otra vez. Estudiaré en esos momentos que podrían llegar a existir entre ir a la mensa y mirar escaparates a la una de la mañana, entre el café de Oblate y las cenas en casa de Chris y, sobre todo, entre el momento en que mezclo idiomas que desconozco pero comprendo.


   Blue, blue. Black and blue
   Red blood sticks like glue.



                                                                                         Sobra decir que todo esto es una falacia (clásica o no, pfffff, pero falacia al fin y al cabo).

7/1/12

Enmarañados.

Se supone que lo has ofrecido todo y  lo quemas, te levantas y bailas. ¿Nadie te ha dicho nunca que los corazones de conejo y araña no son iguales? Pues tú  los mezclas con toda la intención de convertirte en un dios, uno con D mayúscula. ¿Y porqué no?
       Ayer era la arena que se escurrió en mi bota y el verano se tragó el libro de la mariposa para que nadie quisiera nada. Así que ayer la arena se esfumó en una pupila que no era la tuya y  todos los hombres capicúa succionasteis y bebisteis, y bailasteis frenéticamente. Obtuvisteis un híbrido de conejo y araña, y la idea de las luciérnagas muertas que brillan sólo se articulaba y contorsionaba al ritmo de las olas en el seno de una madre araña a la que se la metió un conejo con los ojos vendados en medio de una playa sin ojos pero con arena en los calcetines.